Últimamente, todos los días se sienten igual. Repito los mismos pasos, las mismas tareas, como si alguien hubiese puesto la vida en bucle. Hay algo de animal cansado en la forma en que me levanto, me visto, salgo, regreso. No hay grandes tragedias, pero tampoco milagros.
Hay un hormiguero en mi cabeza. Todo se mueve, todo hace ruido, pero nada encuentra salida. Pienso, vuelvo a pensar, y termino cansado sin haber llegado a ningún lado. El tiempo no se detiene. Tampoco avanza. Se arrastra. Raspa. Se vuelve una especie de castigo silencioso.
Trabajo. Respondo mensajes. Cruzo calles. Anoto pendientes que ya no me importan. Sigo. Porque detenerme sería como aceptar que no tiene sentido. Y aunque sé que a veces no lo tiene, igual sigo.
Días de hormiga, me digo. Días pequeños, apretados. Sin gloria, sin aplausos. Pero en ese andar diminuto también hay algo de resistencia. Como si caminar sin esperanza fuera, en sí mismo, una forma de fe.
No espero grandeza. Solo que algo, en algún momento, se sienta un poco menos pesado. Hasta entonces, sigo cargando. Como todos.
Promedio: 5
Últimamente, todos los días se sienten igual. Repito los mismos pasos, las mismas tareas, como si alguien hubiese puesto la vida en bucle. Hay algo de animal cansado en la forma en que me levanto, me visto, salgo, regreso. No hay grandes tragedias, pero tampoco milagros. Hay un hormiguero en mi cabeza. Todo se mueve, todo hace ruido, pero nada encuentra salida. Pienso, vuelvo a pensar, y termino cansado sin haber llegado a ningún lado. El tiempo no se detiene.…